En cada clase de Terapia Postural Holística (TPH), los alumnos se enfrentan a un desafío inesperado: detenerse, observar y sentir. Este simple acto de pausa, tan fuera de lo común en la vida diaria, los lleva a descubrir todo lo que su cuerpo ha estado diciendo y ellos han pasado por alto. Es ahí donde empieza la magia de TPH: en el momento en que uno se da cuenta de que las tensiones que creía insignificantes son, en realidad, el lenguaje silencioso del cuerpo.
Desde la primera sesión, muchos expresan sentir algo que nunca antes habían experimentado. “No sabía que estaba tan tensa hasta que me permití soltar”, dicen algunos. Y es que, en la vorágine del día a día, pocas veces nos detenemos a escuchar realmente al cuerpo. Nos acostumbramos a cargar con tensiones sin saber el porqué, sin preguntarnos qué nos está protegiendo o qué emoción está escondida detrás de esa rigidez. Para muchos, la primera revelación es ese momento en el que reconocen que su cuerpo ha estado sosteniendo cosas mucho más allá de lo físico.
Tal es el caso de una alumna que compartió su experiencia tras una clase: “El sábado tomé conciencia de mi omóplato derecho y la conexión con la cadera del mismo lado. Algo que me habías señalado, pero no lo sentía… me re movilizó emocionalmente. ESO ES TPH 😍”. En este testimonio, podemos ver cómo la práctica de TPH ayuda a reconectar partes del cuerpo que parecían desconectadas o insensibles, y a través de esa reconexión, se generan emociones profundas.
Sentir la vulnerabilidad para recuperar el control
Una de las experiencias más comunes es el sentimiento de vulnerabilidad que surge cuando los alumnos empiezan a liberar esas tensiones tan arraigadas. La frase “me siento vulnerable” es recurrente, porque el cuerpo, que ha mantenido una defensa inconsciente durante tanto tiempo, al soltar se siente expuesto. Es como si, al liberar la mandíbula o los hombros, esa parte de nosotros que nos mantenía “a salvo” por fin dejara de ser necesaria.
Pero en TPH, esta vulnerabilidad no se vive como una debilidad, sino como el primer paso hacia una nueva relación con uno mismo. Al liberar el cuerpo, se empiezan a soltar también las reacciones automáticas, esas que nos llevan a responder con estrés o a tensarnos en situaciones que ya no representan una amenaza real. Poco a poco, los alumnos empiezan a darse cuenta de que no necesitan estar “en guardia” todo el tiempo. El cuerpo les enseña que puede relajarse y que eso no implica peligro, sino una nueva forma de estar presentes y alertas sin tensarse.
Este cambio también se refleja en el impacto físico y emocional que sienten con el tiempo. Una alumna compartió: “Te escribo para contarte que, a raíz de la primavera y el calorcito, empecé a usar remeras y cuando vi mis brazos trabajados y con músculos… no puedo explicar con palabras la felicidad que siento!!!!! No son solo los brazos, es un cambio enorme, todo el trabajo que vengo haciendo con ustedes hace 6 años ME CAMBIÓ LA VIDA. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS”. En este caso, la práctica constante no solo transforma la relación con el cuerpo, sino también la autoestima, al redescubrir la fuerza y el poder físico que antes no era tan visible.
Las clases: Un laboratorio de exploración personal
Las clases de TPH se convierten en un laboratorio personal donde cada alumno va reconociendo sus patrones. Algunos llegan con tensiones que, a simple vista, parecen tener un origen físico, pero al observarlas con detenimiento, descubren que son mucho más profundas. La tensión en el cuello, por ejemplo, no es solo el resultado de una mala postura al sentarse, sino el reflejo de años sosteniendo cargas emocionales. O ese dolor en la mandíbula no es solo bruxismo nocturno, sino una defensa frente a un estrés crónico que el cuerpo ha aprendido a soportar.
A través de ejercicios de observación y movimientos suaves, los alumnos aprenden a reconocer estas señales. La clave no está en forzar el cuerpo, sino en dialogar con él. Cuando lo hacen, descubren que esa tensión, que creían fija e inmóvil, comienza a ceder. “No pensé que pudiera soltar esto”, comentan con sorpresa. Y es que en TPH no se trata de corregir la postura desde afuera, sino de permitir que el cuerpo encuentre su propio equilibrio desde adentro.
Como otra alumna compartió: “Las clases de TPH y Activate son experiencias… en el silencio de mi mente algo se moviliza… se devela, me atraviesa”. Es en ese espacio de calma y exploración donde se desatan revelaciones personales profundas que van más allá de lo físico. La conexión entre mente y cuerpo se hace palpable, y los alumnos empiezan a experimentar un cambio integral en su forma de habitar su propio cuerpo.
Del aula a la vida: Impacto en el día a día
Lo más transformador para muchos es cómo los efectos de las clases de TPH se trasladan a su vida cotidiana casi sin darse cuenta. La primera vez que un alumno detecta una tensión en su día a día y elige soltarla en lugar de apretar, siente que ha recuperado el control de su cuerpo y de sus reacciones. Y eso es solo el comienzo.
De repente, empiezan a notar cómo sus decisiones diarias cambian. Ya no reaccionan automáticamente ante el estrés, sino que responden con más calma y claridad. Situaciones que antes los tensaban o bloqueaban ahora las enfrentan con una sensación de seguridad interna. Han aprendido a reconocer las primeras señales de tensión antes de que se conviertan en dolor, y eso les da una mayor sensación de libertad. Es el cuerpo el que les muestra cuándo es necesario actuar y cuándo simplemente pueden soltar.
Una alumna expresa esta transformación de una manera poética: “Mi cuerpo soy yo… soy en mi cuerpo”. Este testimonio refleja una verdad esencial que los alumnos de TPH comienzan a descubrir: el cuerpo no es algo separado, es una extensión de uno mismo, y aprender a escucharlo y cuidarlo transforma la manera en que uno vive.
Redescubrir el cuerpo para redescubrirse a sí mismos
A través de la práctica de TPH, los alumnos no solo redescubren su cuerpo, sino que redescubren también una nueva forma de vivir. Al reconocer y soltar tensiones que ya no necesitan, se dan cuenta de que no solo es su cuerpo el que cambia, sino también su manera de estar en el mundo. Desarrollan una confianza que no proviene de la rigidez o de la defensa, sino de la flexibilidad y de la escucha.
Al final, lo que TPH ofrece no es solo una mejora física, sino una herramienta para vivir de forma más consciente y presente. En cada tensión que se libera, hay un pequeño espacio que se gana para moverse con más libertad, tanto en el cuerpo como en la vida.
Autor
Nacho Monti
Creador y director de Terapia Postural Holística