Repasando los conceptos adquiridos acerca de cómo TPH facilita la conexión con nuestro cuerpo desde una mirada más consciente; nos interpela en nuestra manera de estar en el mundo y promueve un cambio radical en los modos en que nos movemos; me pregunto:
¿Podrían las infancias acceder a estos conocimientos desde temprana edad?
Es posible facilitar espacios en los cuáles niños y niñas entre 4/5 años en adelante se conecten con el cuerpo de manera consciente; ¿pensándolo desde esta nueva realidad tan invadida por el aquí, ahora, ya?
¿De qué manera se arman estos espacios? ¿Cuál sería la propuesta, sin perder las raíces de esta disciplina?
Comienzo este camino sabiendo y afirmando que todos los seres humanos “somos” en relación con nuestro cuerpo y con los otros; por lo tanto, en un primer acercamiento, toda aquella disciplina que implique un vínculo entre nuestro cuerpo y nosotros mismos, puede adaptarse a cualquier edad.
Por otro lado, las infancias aprenden a través del movimiento: aprehenden las nociones espaciales, temporales, las relaciones con otros y con los objetos, el concepto de pausa, para mencionar lo más destacado. Entonces, TPH podría favorecer a que puedan moverse conscientemente, que puedan incorporar la sensibilidad de la pisada al caminar, anoticiarse de cómo se paran y cómo corren; entender, a través del juego, que su cuerpo es el reflejo de sus emociones, y por lo tanto, es una manera de comunicar lo que les pasa.
TPH podría proporcionar un espacio y tiempo en el que juego, emociones, conciencia y movimiento, se fusionaran en pos de favorecer un crecimiento más saludable, una relación más amigable con el cuerpo, un estado de conciencia que les permita a los y las niñas encontrar otros modos de comunicación que excedan la palabra, tan difícil, en algunas ocasiones, de poder tramitarla y expresarla.
Imagino encuentros en los que se trabajen contenidos tales como desplazamientos, rolidos, empujes, tracciones, trepadas, equilibrios (entre otros), con actividades que impliquen pensar cómo lo están haciendo, y ofrecer momentos de exploración en que puedan realizar lo mismo, de maneras diferentes. Dar tiempo a que el movimiento se vuelva conciencia, pensar con ellos/as qué es lo que hacen, o para qué, o por qué; generar un espacio que les provoque preguntas acerca de sus sensaciones; trabajar con las pausas y que puedan incorporarlas herramientas para su vida diaria.
Momentos de escuchar sus propios latidos, los ruidos del cuerpo, el silencio.
Si los niños y niñas pudieran adquirir los saberes que ofrece TPH desde edades tempranas, habría adultos más sanos.
Lic. Marina Sanmartín
Certificada en Terapia Postural Holística