Te invito a leer esto como una conversación: no es teoría para memorizar, sino una propuesta práctica para volver a escuchar lo que ya sabés desde adentro —tu cuerpo— y aprender a acompañar lo que surge.
Vivimos en un ritmo que privilegia la velocidad y la eficiencia. En ese movimiento, muchas veces el cuerpo queda en segundo plano: sentimos tensiones, molestias o “algo raro”, y seguimos. Pero esas sensaciones no son accidentes: son pistas. Las emociones no nacen enteramente en la cabeza; se despliegan en la carne, en la respiración, en la manera en que sostenemos el peso de nuestro día a día. Desde Terapia Postural Holística (TPH) trabajamos con esa evidencia clínica y experiencial: el cuerpo traduce, y aprender a leer esa traducción cambia la manera en que transitamos la vida.
Una palabra que invita a transformar: I.R.A.
Nos gusta jugar con las palabras. I.R.A. —Identificar · Reconocer · Acompañar— es una sigla simple y fácil de recordar. Sabemos que la lectura automática será “ira” (enojo), y eso es intencional: resignificamos la palabra para transformarla en un método que ayuda a que las emociones no nos dominen, sino que nos enseñen.
I — Identificar: encontrar la sensación en el cuerpo.
R — Reconocer: ponerle nombre y sentido.
A — Acompañar: recibirla con presencia y ofrecerle espacio para moverse.
El cuerpo como primer hogar
Decir “el cuerpo es nuestro primer hogar” no es una metáfora bonita: es una constatación práctica. Lo habitamos antes que a cualquier teoría sobre nosotros mismos. Y sin embargo, muchas veces lo recorremos distraídos. Habitar el cuerpo implica volver la atención a la postura, al tono muscular, a la respiración, a los lugares donde la vida cotidiana va dejando huellas.
En TPH priorizamos el contacto corporal consciente como punto de partida. No para “arreglar” algo externo, sino para restablecer una relación: aprender a dialogar con lo que aparece. El body scan perceptivo —una exploración pausada y curiosa de las sensaciones— es una de las herramientas centrales: permite observar sin apurar, notar sin juzgar, y hacer una cartografía corporal de las emociones.
Emociones y cuerpo: un diálogo que precede a las palabras
Muchas veces la sensación física precede a la palabra. Una opresión en el pecho puede aparecer antes que la palabra “ansiedad”; una mandíbula tensa puede ser el primer aviso de enojo; unos hombros caídos una pista de tristeza. Ese diálogo constante entre cuerpo y emoción es una ventaja: quien aprende a escucharlo puede anticiparse y elegir cómo responder.
Atreverse a registrar los primeros indicios corporales nos da tiempo —ese tiempo que evita reacciones automáticas— y nos permite abrir un espacio para lo siguiente: nombrar, acompañar, y transformar.
Un enfoque que respeta la complejidad (sin promesas absolutas)
Desde una postura clínica y filosófica no hacemos afirmaciones universales. Decimos: en muchos casos, los patrones emocionales se muestran en el cuerpo; en muchas prácticas clínicas y en nuestra experiencia, el trabajo somático facilita cambios profundos en la manera de habitar la vida. Evitamos promesas tajantes —no garantizamos soluciones mágicas— pero sí ofrecemos herramientas reproducibles y sensibles que, sostenidas en el tiempo, fortalecen la relación con vos mismo.
Además, trabajamos con una ética clara: el cuerpo puede traer memorias y sensaciones intensas, por eso la práctica se organiza con consentimiento, opciones de salida y ritmos adaptables. Si viviste experiencias traumáticas, avisar al equipo al inicio permite adaptar la sesión y cuidar el proceso.
¿Cómo trabaja la TPH para acompañar las emociones?
Te propongo un mapa sencillo —el mismo que usamos en nuestros talleres— que respeta la lógica de I.R.A.:
1) Identificar
Primero, localizar: ¿dónde aparece la sensación? ¿En el pecho, el plexo, la garganta, la mandíbula, la pelvis, las piernas? Herramientas prácticas: body scan perceptivo breve y respiración diafragmática consciente. La respiración funciona como una lupa: al bajar y suavizar la respiración, muchas sensaciones se hacen más nítidas.
Micro práctica: 3 minutos sentado. Inspirás contando hasta 3, exhalás contando hasta 4. Sentí dónde se mueve el aire, qué se tensó, qué cambió.
2) Reconocer
Una vez localizada la sensación, la nombramos (no porque la etiqueta lo explique todo, sino porque poner nombre le da sentido y reduce la confusión). Aquí no buscamos diagnósticos; buscamos vocabulario para la experiencia vivida: “esto es opresión”, “esto es calor”, “esto es rigidez”.
Componer un registro simple —anotar una palabra o dos— ayuda a relacionar patrones con situaciones concretas (por ejemplo: “antes de reuniones largas siento opresión en el pecho”).
3) Acompañar
Acompañar no es resignar ni aguantar: es recibir con presencia y ofrecer movimiento. Puede ser liberar con movilizaciones suaves, descargar energía con trabajo del tren inferior o del core, o simplemente sostener la sensación con la respiración y la mirada atenta. Técnicas como la liberación fascial, las movilizaciones segmentarias o la propiocepción orientada son herramientas para que el cuerpo encuentre otra posibilidad de tono y gesto.
Nota ética: si algo se vuelve abrumador, frenamos. Disponemos de alternativas: más apoyo, trabajo en pares, o pausar y volver otro día.
Beneficios que suelen observar quienes practican sostenidamente
- Mayor conocimiento de los propios patrones corporales y emocionales.
- Capacidad de anticipar estados emocionales intensos y actuar con más intención.
- Disminución de tensiones crónicas y mejor calidad postural.
- Menos reactividad automática; más posibilidad de respuesta consciente.
- Un sentido de presencia y pertenencia en el propio cuerpo.
Estas mejoras no ocurren de la noche a la mañana; requieren práctica y constancia. Pero son resultados tangibles para la vida cotidiana: dormir mejor, moverse sin tanto dolor, responder con más claridad frente a situaciones estresantes.
Un punto filosófico breve: encarnación y conocimiento
La idea central de TPH dialoga con corrientes filosóficas que sostienen que conocer es un acto encarnado: el cuerpo no es un vehículo pasivo de la mente, sino un modo de conocimiento. Cuando recuperás la atención corporal estás recuperando una forma primaria de inteligencia —una inteligencia que no pasa por el lenguaje pero que, al integrarse con la palabra, amplía tu comprensión de vos.
Ese giro de pensamiento cambia la ética de la práctica: ya no trabajamos “sobre un cuerpo” sino “con una persona situada”: su historia, su biografía, sus ritmos. Por eso, cada intervención es contextual y respetuosa.
¿Querés empezar ahora? Una invitación práctica
Si querés dar el primer paso, podés probar esta pequeña práctica diaria de 5 minutos:
- Sentate cómodo/a. Cerrá los ojos si querés.
- Hacé un body scan rápido: recorré cabeza, hombros, pecho, abdomen, pelvis, piernas. Notá sin juzgar.
- Localizá la sensación más notoria. Poné una palabra.
- Respiración diafragmática: inspiración 3, expiración 4, durante 1–2 minutos. Observá qué cambia.
- Anotá (en una hoja) cómo se modificó la sensación y qué asociación emergió (si surgió alguna).
Este pequeño hábito ya te empieza a dar datos prácticos sobre cómo te hablás desde el cuerpo.
Cierre: el bienestar como práctica y no como meta
El bienestar que buscamos desde TPH no es una meta lejana sino una práctica cotidiana: un modo de volver a casa en tu propio cuerpo. I.R.A. te propone una ruta breve y concreta para empezar a transitar ese camino: identificar, reconocer y acompañar. No es un control, es un encuentro.
¿Te animás a empezar a escuchar lo que ya te viene avisando el cuerpo?
Nacho Monti
Creador y director de TPH
Terapia Postural Holística (TPH)