Cuando era joven, tuve que enfrentarme a situaciones dolorosas que me sumieron en un mar de estrés y malestar. Las terapias tradicionales que había probado parecían no dar resultado, y en ese momento comprendí que la solución no podía provenir únicamente de la mente. Debía prestar atención a un cuerpo que, en la vida cotidiana, permanecía silenciado y desatendido. Fue así que decidí emprender un viaje hacia la montaña, y allí, viví experiencias transformadoras que me llevaron a dar un giro radical a mi vida: dejé la carrera de ingeniería y me sumergí en el estudio de la educación física. Quería comprender más sobre el cuerpo y su poder para calmar la mente y recargarla de energía.
Mis casi 15 años en el Hospital Italiano de Buenos Aires, donde trabajé coordinando el área de actividad física, se convirtieron en una valiosa escuela en la que aprendí de manera empírica que el movimiento, el ejercicio y la actividad física no eran entidades separadas de las personas, sino que eran parte intrínseca de cómo vivimos y fundamentales para la salud física y emocional. Fue allí donde también comprendí la importancia de abordar a cada individuo de manera única y sensible, reconociendo su historia corporal y emocional, porque solo así podríamos obtener resultados significativos y duraderos. La clave estaba en saber escuchar.
En ese proceso de aprendizaje, pude identificar un factor crucial, a menudo ignorado: la postura. Observaba cómo diferentes posturas, muchas veces inconscientes, limitaban los movimientos y eran una causa importante de dolor. Pero eso no era todo, lo que más me conmovía era cómo la postura también se relacionaba directamente con el estado emocional de cada persona.
Fue entonces cuando comprendí que corregir la postura era la llave no solo para recuperar una movilidad más libre y placentera, sino también para iniciar un proceso de autoexploración y autodescubrimiento emocional. Romper el ciclo vicioso entre el dolor, la postura y las emociones se volvió una misión apasionante.
Este conocimiento, experimentado en mi propio cuerpo y compartido con cientos de personas, despertó en mí un deseo irrefrenable de compartirlo con el mundo. Así fue como nació Terapia Postural Holística (TPH).
A lo largo de los años, desarrollé un sistema metodológico que nos permite comprender nuestro propio cuerpo en relación con la mente y las emociones. TPH es un enfoque que nos invita a vernos como un todo, a explorar el movimiento como un camino hacia el autoconocimiento y la transformación. Es una invitación a descubrir el mundo a través de nuestro cuerpo, una constante construcción hacia la salud y el bienestar físico y psicoemocional.
TPH es más que una simple terapia, es una mirada profunda hacia nuestro ser, una forma de escuchar y reconectar con nuestro cuerpo. Es una invitación a la sensibilidad, a abrazar nuestra historia corporal y emocional con compasión y empatía. A través de este método, podemos aprender a relacionarnos con nosotros mismos de una manera más consciente y amorosa, liberándonos de las tensiones que nos aprisionan.
Así que te invito a que te unas a este viaje de autodescubrimiento y superación personal. Permíteme acompañarte en tu proceso para que juntos podamos deshacer los nudos que te atan y encontrar el equilibrio perdido. En Terapia Postural Holística, encontrarás un espacio seguro y acogedor donde podrás explorar tu propio cuerpo y reconectar con tu esencia más auténtica.
Estoy aquí,, listo para guiarte en tu camino hacia una vida sin dolor y plena de bienestar. ¡Atrévete a cambiar tu historia y abrazar la belleza de la postura y la salud!
Con cariño y dedicación,
Nacho Monti
Creador del método Terapia Postural Holística
